Una tarde calurosa, mientras Mario, mi vecino, se asentaba de su taller para arreglar el tractor de un viejo conocido decidí colarme allí. Sólo llevaba mis braguitas naranjas, el olor a aceite y a grasa empapan mi única prenda, me siento traviesa a la vez que cochina ya que teniendo la regla me siento aún más caliente. El pequeño taladro me hace pensar en la broca de Mario, cómo podría apagar este fuego interior que se enciende cada vez que lo veo.. Espero su llegada aunque sin éxito, así que decido bajar mi calentón sobre el césped de su jardín.
Tengo que volver a casa rápido, mi marido está a punto de llegar.
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