Mi dominio en el findom no se trata solo del dinero; es sobre tu devoción absoluta.
Cada tributo que ofreces es un símbolo de tu sumisi0n y reconocimiento de mi superioridad. Tú trabajas duro para complacerme, para sentirte digno de mi atención. Yo decido cuándo, cómo y cuánto me das. Y cada vez que lo haces, te hundes más en este abismo de placer y dependencia del que no querrás salir.
En el finfet, la adrenalina de ceder el control de tus finanzas a mis manos te excita y te aterroriza a partes iguales. Es mi juego, mis reglas. ¿Eres capaz de dejar que sea yo quien decida hasta el último centavo de tu cuenta? Porque te aseguro que, cuando entres en mi juego, no habrá vuelta atrás. Me convertiré en la dueña de tu placer, tu miedo y tu dinero.